miércoles, 15 de mayo de 2013

CRÓNICA / Una aventura hacia el San Jorge


Por Juan Sebastián de la Ossa
I semestre Universidad Sergio Arboleda


Sincé  - Sucre 29 de Marzo   2013

Tres de la madrugada, y de repente se empieza a iluminar mi cuarto con la penetrante luz del celular y acompañado del ruido perturbante de un despertador que indica que debo dejar de dormir, empieza para mí el viernes santo.  Sólo alcanzo a estar listo para comer algo de la cocina antes de salir, cuando escucho el pito de un carro,  es el gato,  el hermano de mi novia que en la noche anterior me pidió que lo acompañara a la región de la Mojana a casi dos horas, por una carretera destapada al sur de Sincé que tenía como destino La Villa de San Benito Abad, un pueblo a orillas del San Jorge.

Aún cayendo unas cuantas gotas de un fuerte aguacero que terminó justo a esa hora, me monto en el viejo willi de su abuelo para recoger a Tulio,  el capataz, quien junto con su esposa y sus hijos pasarán los días santos en la finca de la familia de mi novia, para adelantar labores antes que sea demasiado tarde y suba la creciente que según los nativos de la zona este año promete ser bastante alta.    La temperatura es baja y el frío acompañado de la neblina segante, junto con la brisa veraniega golpean mi cara y se apoderan de mi cuando, justamente mi cuñado me dice que debo ir guindado  en la parte de atrás porque son muchos y debía ceder el puesto de adelante a Matilde, la esposa de Tulio, que entre sus brazos carga al menor de sus hijos junto con tres ollas, que imagino serán las protagonistas de un gran dulce quizás de papaya,  guandúl o  ñame que seguramente degustará al caer la tarde escuchando versos de vaquería.

Son las 4:50  y el viaje arranca  y no sé si por nostalgia de buenos recuerdos, a medida que nos adentramos en el camino, vienen a mi mente las innumerables veces que mi abuelo me llevaba a recorrer el mismo camino cuando de niño lo acompañaba a su finca.

De pronto y sin sentir ningún tipo de molestia, por mi posición en el viaje,  Alex, uno de los hijos de Tulio, saca la cabeza para decirme que si quiero cambiar de puesto con él para ir más cómodo, al cual y sin dejarlo terminar le contesto que no, porque ya la madrugada se iba y el día aclaraba  y por ninguna razón me perdería de ver esos paisajes de lugares donde mi abuelo,  que ya no se haya entre nosotros,  creció, recorrió y disfrutó a lo largo de su vida, haciéndolo grande y respetable en la zona.   

La mañana despertaba y con ella el sol,  quien apartaba las nubes como si fueran sábanas al levantarse para iluminarnos el camino que restaba, mientras que por retrovisor el gato, me hacía señas de desespero al ver tanto playón sin esperanzas de llegar.  Cuando Tulio, quien se había quedado dormido, reacciona y le dice que había tomado una trocha equivocada, que alargaría el viaje  aproximadamente cuarenta minutos más, al cual ya no se podría escapar, y al que sólo debíamos esperar mientras el sol comenzaba a molestar mi vista;  al mismo tiempo que Alex,  volvía a sacar la cabeza, esta vez con una intención burlesca que terminó  al poco rato en forma satisfactoria al escuchar de la boca de Tulio una frase que anunciaba el río San Jorge, signo de que sólo estábamos a un par de minutos para llegar a la Villa.  

Ahora son las 8:15 de la mañana,  ya llegamos,  y sólo me basta mirar las edificaciones de San Benito, de estilo republicano y de corte colonial,  para comprender,   que pertenecieron a un próspero  puerto donde entraron turcos y españoles en barcos que luego se asentaron en la zona y que de la misma forma un día debieron abandonar, gracias al conflicto y a la violencia que se vivía,  pero que ahora yo, en este momento estoy pisando y no precisamente como turista sino que debo ayudar a Tulio y a su familia a hacer un trasbordo  a la canoa que nos llevará por uno de los caños del San Jorge a la finca que por razones naturales, el carro no alcanza a llegar en esta época del año  y en donde  cruzando por improvisados caminos de madera sobre el agua, intento pasar una de las maletas, cuando alguien grita,  haciéndome perder  casi el control pero al final puede mantener el equilibrio  y culminar así, una experiencia diferente  pero enriquecedora para mi vida. 

4 comentarios :

  1. juan esta genial me encanta como expresas la alegria del amanecer.

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  2. Juan me gustó mucho, creo que el tema fue muy apropiado, mi único pero es el final, creo que lo podías haber desarrollado mejor.

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  3. Me gusta que tu estés involucrado en la historia, buena crónica

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