ENTREVISTA / Juan Esteban Rincón: un acróbata con alma de niño

Yiseth Jiménez 

I semestre Universidad Sergio Arboleda

“La felicidad no depende de un gran título”

Para Juan Esteban Rincón  la vida no ha sido muy fácil, desde los ocho años le ha tocado trabajar para sobrevivir, los semáforos han sido su hogar, las calles su compañía y el circo su familia; su infancia no fue igual a la de otros niños, cuando debería organizar sus libros para ir a la escuela, planeaba la rutina para ir a las calles. Sin importar el sol o la lluvia, este hombre se gana la vida honradamente haciendo lo que más le gusta, sacar enormes sonrisas acompañadas de carcajadas. Despejarse por un momento del mundo real y sumergirse en ese mundo de fantasías donde solo hay risas y amor, es un don, y una habilidad el poder viajar por dos mundos sin tener alas.

Como cualquier persona ha tenido sueños, quizás no pudo ser un médico de profesión pero si ha curado enfermedades con risas, de él ha dependido la vida de muchos, tal vez no pudo ser abogado pero defiende el humor con su trabajo honesto, no pudo ser un comerciante pero si ha intercambiado momentos de felicidad con personas de todo el país, no pudo ser maestro pero el ejemplo de su vida nos ha enseñado que la felicidad no depende de un gran título .

A diario le toca soportar el mal genio, la discriminación, el desprecio y los malos tratos de las personas en el semáforo, ha sido sabio y con respeto ha sobrellevado estas situaciones.  Con 30 años de edad aún no deja de soñar, su corazón y alma son como la de un niño, que cada día quiere algo nuevo y no se preocupa como las tendrá solo sabe que papá se las dará, Juan Esteban  tiene la convicción que Dios le cumplirá todos sus sueños y anhelos, no se cansa de soñar, en los momentos más difíciles esta frase lo alienta “para el que cree todo es posible”.

Este es el vivo ejemplo de que si se puede salir adelante,  sin necesidad de saber boxear se lucha y se da la buena batalla, no hay excusa para no trabajar cuando se quiere y se necesita solo se hace, “si para sobrevivir es necesario hacerse como niños estoy dispuesto a vivir mi niñez”

¿Qué situaciones lo llevaron a que tomara este estilo de vida?

Nací en un hogar donde todos eran cirqueros, aprendí de todo un poco, soy de Bogotá, y por cosas de la vida estoy acá en Santa Marta trabajando en semáforos y cualquier evento que salga.

¿Cuánto tiempo tiene de estar trabajando en esto?

Todo mi vida la he dedicado a este oficio, desde los ocho años me ha tocado trabajar, salía con mis hermanos desde temprano, lo veíamos como un juego y aparte del dinero que nos daban, me divertía haciéndolo.

¿Qué más sabe hacer, aparte de acrobacias?

Soy trapecista, cirquero, hago equilibrio, malabares, manejo el fuego, y estoy dispuesto aprender otras cosas.

¿Cuáles son sus sueños en estos momentos?

Sueños hay muchos, ser reconocido por mi trabajo, en distintos lugares del mundo, tener una casita propia, una familia estable, montar una escuela donde enseñe lo que se, de lo que tengo le quiero dar a los demás, una fundación para niños que estén en las calles y que como yo salen a rebuscarse desde pequeños.

¿Qué le ha tocado vivir en los semáforos?

Discriminación de la gente, algunos piensan que pido dinero para vicios, pero como hay otros que cooperan y tengo su aceptación, me ha tocado soportar malos tratos y personas muy serviciales, que con un “Dios te bendiga” me llenan de esperanza.