“Después de diez años Nayralith Iguarán
regresa al parque de diversiones que le jugó una mala pasada”
Nayralith Iguarán Hernández
llegó a Gran Aventura Park, al norte de Santa Marta, en compañía de su hija de
13 años, quien la observaba desconcertada mientras se negaba a cruzar el espléndido
umbral que daba al parque de diversiones, todo por un percance que sufrió en
una de las atracciones a la edad de 24 años.
Transeúntes y asistentes contemplaban la
trágica escena de una mujer de treinta y cuatro años inmóvil, sujetando en su
derecha un menudo bolso azul y, en su izquierda, con gran fuerza, el delgado
brazo de Yesiriveth Iguarán, su pequeña hija, quien entre gemidos le preguntaba:
“¿qué pasa má?”. Ambas permanecían en silencio, y al cabo de algunos minutos una
y otra ingresaron al complejo de máquinas chillonas.
Allí, en medio de manzanas
acarameladas, hamburguesas, papas, plátanos fritos y luces coloridas la niña
Yesiriveth reía y reía señalando de una en una las atracciones que lograba
divisar, mientras la madre, sumida en algún pensamiento se dirigía impasible
hacia un punto de comidas rápidas. La hija le siguió, tomaron la orden: “una
hamburguesa y una gaseosa personal” dijeron casi al unísono. Situada la comida
en la mesa, la madre la rechazó. La pequeña insistía en preguntar “¿qué pasa
má?”, ésta no respondía, solo se limitaba a guardar en el pequeño bolso la
hamburguesa intacta. Salían de allí a dirigirse al sitio en el que recargaban
las tarjetas, la madre dispuso veinte mil pesos para la diversión de su hija. Recorriendo
la “ciudad de hierro” de unos 150m de largo por 100m de ancho, la madre planeaba
rigurosamente el itinerario de la hija, primero “el gusanito”, luego el tiovivo
y por último el laberinto “Arabe”, una de las atracciones más antiguas, del
parque que según su administrador Juan Carlos Cardona lleva funcionando unos
cincuenta años bajo el dominio de la empresa líder en la operación de parques
de atracciones mecánicas itinerantes en Colombia llamada Ferias y Eventos, S.A.
Relataba que hacía
aproximadamente 10 años fue con su esposo y un par de sobrinos (en ese momento
la niña tenía 3 años) a la susodicha
“Ciudad de Hierro”, su cuñado Luis Ayala trabajaba en ese entonces en el
ejército, le obsequiaron siete bonos, de los que se vio beneficiada y con los que
tenían la facultad de ingresar a todas las atracciones.
Aseguraba que se sentían felices por poder acudir a tan insólito sitio. Era su última función y, en consecuencia el parque estaba repleto. Todos disfrutaron de todas las atracciones, excepto del “Huracán”, la máquina que diez años más tarde le robaría el privilegio de la calma. Su esposo y su sobrino decidieron enlistarse al “juego de volteretas” deslizando la tarjeta recargable; impuesta en el año 2000 para tener un mejor control en la contabilidad, por el lector de bandas magnéticas. Minutos más tarde, ya con la sensación de suelo debajo de sus pies uno y otro intentaron persuadirla de lo bueno que era el aparato: “¡súbete, es súper chévere!” decían. Lo lograron. Sentada en una cápsula y con cinturones alrededor de sus senos, los brazos metálicos del Huracán comenzaron a girar. Giraban y giraban y a medida que el tiempo transcurría, su corazón palpitaba acelerado y su estómago experimentaba un vacío inusual. La angustia era tan profunda que olvidó el buen hábito de respirar, o no lo hacía adecuadamente. Pensaba que saldría propulsada de allí, sentía morirse. Lloraba, pataleaba y refunfuñaba, pero no obtuvo resultados. Mientras, su esposo y su sobrino reían a carcajadas.La hija escuchaba atentamente a pesar de la algarabía de la multitud y los chillidos usuales de las máquinas, esos que se escapan al mantenimiento diario de los ingenieros mecánicos, electricistas y técnicos dispuestos por la administración. Finalizado el monólogo de la madre, la hija la tomó de la mano mientras la dirigía al sitio exacto del actual “Huracán”, evidentemente mejorado según Nayralith, ésta se rehusó, intentó huir; síntomas que según estudios realizados por la Universidad de Valencia (España) responderían a un trauma psicológico denominado Trastorno por estrés postraumático (http://psicopediahoy.com/trauma-psicologico/). Sin embargo, luego de tanto rehusarse, accedió.
Feliz o afligida, no es algo con lo que pueda concluirse, quizá superó su trauma, pero eso se desconoce. Esta vez cómo la anterior sólo eligió montarse.
Fernando Velásquez, Gheraldine peñaranda
Muy buena, felicitaciones muchachos, sigan así
ResponderEliminarSuper buena, solprendente los felicito.. haci van bien.. ;)
ResponderEliminarBuena Crónica, los felicito.
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