CRÓNICA / Maicao: Hija del destino, de la suerte y el azar.

Andrea Suárez Burgos  

I semestre Universidad Sergio Arboleda

Solo basta mencionar “Maicao” para pensar en “Vitrina Comercial de Colombia”, ciudad comercial por excelencia, sitio de negocios, depósitos y tráfico intenso,  al pie de la raya limítrofe que divide a Colombia y Venezuela. Su nombre proviene de “maiko” tierra de maíz entre los indígenas.

Aquí, llega mercancía extrajera de todas partes del mundo, países lejanos como Taiwán, Japón, China y Estados Unidos han sido desde siglos sus principales fuentes de abastecimiento. Las Antillas Holandesas, Panamá y Miami figuran como sus inmediatos surtidores. 

Habitualmente desde las costas de la península a Maicao han llegado multitudes de camiones con enormes cargamentos de licores, cigarrillo, telas, alimentos, electrodomésticos, juguetería, artículos de lujo y la más diversa e innovadora mercancía.

Antes de brillar el sol, el comercio florece como un oasis. Son millares de personas las que se dedican a esta actividad durante la mayor parte del día, todas con necesidades diferentes. Unas compran, otras venden. Un número exorbitante de personas invade el sector céntrico, saturado de la más variada e insospechada mercancía.  Se halla el comercio en sus diferentes manifestaciones: mayoritario, minoritario, estacionario, ambulante, permanente, ocasional y de “colmena”. La producción de basura es enorme, icopor, plástico, cajas de cartón, sacos de polietileno blancos, negros y de colores, que van a parar a las afueras de los locales obstaculizando el tráfico normal; la sociedad lo ha aceptado como si fuera costumbre.

En grandes cantidades y en todas las cajas de cambio circula el peso, el dólar y el bolívar, monedas que se manejan en grandes transacciones.

El comercio internacional el cual estuvo al margen de la ley, pero bajo un régimen de tolerancia por la carencia de empleo en la zona. De modo que el contrabando de Maicao no represento una actividad nueva en La Guajira, bautizándole como la meca del contrabando y el gobierno con el pretexto de ser condescendiente con los guajiros posibilitaron que las costas de la Península se convirtieran en un emporio contrabandista beneficiando de forma permanente una larga cadena de funcionarios de Aduana en todo el país, evidenciándose en nuestros tiempos como la grave crisis que enfrenta el comercio de la Zona de Régimen Especial Aduanero, marcada por la caída en picada del bolívar, moneda Venezolana y por la Apertura Económica que termino afectando al comercio.

 La febril actividad con el paso del tiempo y la brisa ha llegado a ser un tejido de razas, colonias e identidades, empezando por las etnias wayuu, mestizos y árabes, estableciendo  una combinación etnológica.  En medio de ese tremolar de pueblos, grupos y mezclas, aparece el Maicaero. Expuestos a muchas influencias, un poco introvertidos, aun cuidadosos, generosos, sensiblemente exhibicionistas. Mezclados para convivir, librar ideales y oportunidades sobre lomas de arena haciendo una masa humana con un rostro nuevo que busca en los reflejos del desierto su identidad en medio de esa fusión de sangre y razas.

Maicao ha venido creciendo a imagen y semejanza de las ambiciones propias de sus habitantes, con la codicia e individualismo particular de una sociedad de frontera, creciendo a la deriva, sin patrones directivos y sin unidad de destino.

 El Estado no se interesó por hacer surgir ese gran potencial económico y esa vocación comercial de sus habitantes.

Una ciudad encerrada por la codicia, el desdén, el descontento, la incapacidad e ineficiencia, de desigualdad económica, comercial y excesos de la clase política. Cuando la Hacienda Pública se maneja como dinero de bolsillo privado, sin ningún control, al devenir de las sombras que hacen filas interminables en la residencia del gobernante que duerme tranquilo y espera el amanecer solo para atender a los suyos, mientras otros no tienen tranquilidad por la pesadilla de su gobierno que siempre utiliza un modelo de improvisación, opresión, ineptitud y la corrupción que consumen las esperanzas, aspiraciones colectivas y comerciales. Las mieles del poder corren por doquier para el gobierno de turno, mientras la gran mayoría se las arregla como pueda, acostándose sin saber que comerán al día siguiente, acobijados por el desempleo y la presión política que se apropia del entorno en el que ocurren cosas oscuras pero donde nadie dice ni comenta nada casi siempre por que las amenazas proliferan, que si se carece de valor convierte a los hombres en pusilánimes. 

La políticos de dudosa reputación, los comerciantes quebrados, sin un gobernante que los oriente hacia un buen camino, la baja de la moneda del vecino país que pierde poder de adquisición, el acoso de los funcionaros de la Aduana y DIAN, las bandas clandestinas, la delincuencia común y, entre tantos otros actos que se ven de manera preocupante en Maicao, hace de ella una población sin norte, donde no hay destino fijo, donde predomina la ley de la selva o sea la del más fuerte, ante la perversión de los funcionarios al establecer el orden comercial, social, política y humano, que ponen en práctica el dicho de: dejar hacer y dejar pasar.

En ruinas comerciales y una gran incertidumbre convertida en un peso sobre los hombros, visionando un destino triste y doloroso que crece a merced de sus gobernantes, sin nada que detenga la voracidad política que arrastra todo lo que encuentra al paso. Toda sigue igual y en aumento, perdiendo totalmente la ética de prosperidad, los valores y principios, el sentido de pertinencia necesario para la calidad humana. La tradición y el prestigio se obtienen por la fortaleza económica venga de donde venga. Maicao, sin unanimidad recibiendo tantos manejos deshonrados, que ahora, la usan para dejarla tal y como era... desierta; donde ni siquiera flameaba una bandera. Maicao no existía.